Indignas redadas migratorias en Estados Unidos

En Estados Unidos, los vientos de odio vuelven a soplar con fuerza. A principios de junio, el gobierno de ese país bajo el liderazgo de Donald Trump desató una nueva oleada de redadas migratorias en Los Ángeles, California. Con el pretexto de “hacer cumplir la ley”, se desplegaron 700 marines y más de 4 mil elementos de la Guardia Nacional, como si la migración fuera una amenaza militar. El resultado: más de 2,200 personas detenidas en un solo día. Entre ellas, al menos 222 mexicanos, de acuerdo con lo informado por la presidenta Claudia Sheinbaum.
Mientras a nivel local las autoridades de los Estados fronterizos de Nuevo México, Texas y Chihuahua hacen importantes esfuerzos para fortalecer a la región, a nivel federal las autoridades norteamericanas pareciera que quieren tensar la relación binacional.
Preocupan estas definiciones del país vecino, sobre todo porque estamos hablando de los derechos humanos de nuestros paisanos, Frente a la brutalidad, México respondió con firmeza, con humanidad y con dignidad.
La presidenta Sheinbaum no solo condenó los operativos como lo que son: acciones represivas, desproporcionadas e ineficaces. También activó de inmediato la red de protección consular en todo California. Hoy, nuestros 11 consulados en esa región están más fuertes que nunca, con personal legal, psicológico y médico atendiendo directamente a los afectados.
Nuestra presidenta fue clara: “Las y los mexicanos que viven en Estados Unidos no son criminales. Son trabajadores, son madres y padres de familia, son estudiantes, son personas que han sostenido con su esfuerzo tanto a México como a Estados Unidos”.
Y es que ningún muro, ninguna redada, ningún discurso de odio ha podido romper lo que nos une: la raíz profunda que compartimos como pueblo. Porque quienes migran no dejan su país, lo llevan consigo. Lo cargan en la espalda, en la nostalgia, en el idioma, en la memoria y en el corazón.
Y no es retórica. Las remesas que enviaron nuestros compatriotas durante 2024 superaron los 64 mil millones de dólares. Esa es la muestra más concreta del vínculo vivo entre los de aquí y los de allá. No son “ilegales”, son parte de nuestra nación extendida.
Las redadas no son nuevas. Pero lo que estamos viendo en 2025 no tiene precedentes. Son ataques planeados, dirigidos y sistemáticos contra comunidades que llevan décadas construyendo una vida del otro lado de la frontera. Tal pareciera que es una política dirigida contra un color de piel. En Los Ángeles, donde el 40% de la población es migrante y más del 90% de nuestros paisanos llevan más de cinco años viviendo ahí, esto es una herida directa a la convivencia, la paz y la justicia.
Y mientras en la Casa Blanca se levantan cercas, en México levantamos la voz.
Mientras allá criminalizan, aquí reconocemos. Porque no hay política exterior digna sin defensa de la vida, sin defensa de la comunidad, sin defensa de nuestra gente.
Y, sin embargo, frente a la injusticia, la organización y la resistencia florecen. La comunidad migrante ha sabido defenderse, resistir y luchar. Hoy, esa historia continúa. Con el respaldo del gobierno de México, con el trabajo de la red consular, con la solidaridad del pueblo y de sus representantes.
La historia nos lo enseña: los pueblos que migran también vencen. Vencen el hambre, vencen el racismo, vencen el desarraigo. Porque llevan consigo una fuerza que no se detiene: la fuerza del amor por su gente, la fuerza de quien no se rinde.
Hoy más que nunca, reafirmamos algo fundamental: la migración no es un delito.
Lo que sí debería avergonzar al mundo es perseguir a quienes buscan una vida mejor y más infame es perseguirlos solo por el color de su piel, no olvidemos que Estados Unidos en sus casi 250 años de historia ha sido construido por migrantes, incluyendo desde luego a los antepasados del actual Presidente Trump.