Juicio Político

¿Habían escuchado hablar sobre la violencia vicaria?

En el núcleo de una sociedad, que desde luego se edifica y renueva sobre los principios de equidad social y paridad, se han conseguido significativos progresos institucionales y normativos para afrontar las diversas violencias que, históricamente, han impactado a las mujeres, a menudo ignoradas e incluso normalizadas por la sociedad, hallan su manifestación más intensa y dolorosa en los lazos más importantes: los de las madres con sus hijos e hijas.

La violencia vicaria, sobre todo en Ciudad Juárez, es una forma perversa que emplea a los seres queridos como herramientas para causar dolor, y simboliza un desafío directo a los principios de humanidad, dignidad y bienestar que tenemos que salvaguardar.

Esta modalidad de violencia de género, frecuentemente oculta para la legislación, pero desgarradora en su efecto, deja marcas que perduran a través de las familias.

El concepto de violencia vicaria se define como aquella violencia contra la mujer que ejerce el hombre por sí o por interpósita persona, utilizando como medio a las hijas o hijos producto de la relación, de pareja, ex pareja, concubino, ex concubino, cónyuge, ex cónyuge para herir, violentar y controlar a la madre generando un daño psicoemocional a ella y a sus hijas e hijos.[i]

No se trata únicamente de un acto de control, sino de un mecanismo violento que mantiene la desigualdad y sostiene el dominio de los agresores sobre las víctimas a través del temor y la manipulación afectiva. Una particularidad de la violencia vicaria es que las acciones buscan causar un perjuicio de manera consciente hacia la otra persona, por lo que se considera una forma de violencia de género y, a la vez, se transforma en una manera de abuso infantil, dado que la persona que la practica se beneficia de una situación de vulnerabilidad de las hijas e hijos o descendientes.

La violencia vicaria se manifiesta a través de distintas conductas en las que el agresor recurre a los hijos, hijas o personas cercanas a la mujer para causarle un daño profundo en lo emocional. Uno de los ejemplos más claros ocurre cuando se amenaza con hacerle daño a los menores o incluso con desaparecerlos, provocando miedo y una sensación de control sobre la madre. También es común que el agresor retenga ilegalmente a los hijos o los traslade a otro lugar —incluso fuera del país— sin el consentimiento de la madre, como una forma de castigo.

Otra forma de ejercer esta violencia es a través de la manipulación emocional. El agresor puede hablar mal de la madre frente a los hijos o sembrarles ideas falsas, con el objetivo de debilitar o romper el vínculo afectivo entre ellos. En algunos casos, el daño también se da al dejar de cubrir necesidades económicas básicas como la pensión alimenticia o los gastos escolares, con la intención de perjudicar a la madre a través de las carencias que padecen sus hijos.

Además, hay quienes recurren a procesos legales para seguir violentando. Demandas falsas de custodia, denuncias injustificadas o cualquier tipo de proceso judicial usado de forma maliciosa pueden convertirse en una herramienta más de desgaste emocional y económico. También se presentan casos en los que los menores son obligados a presenciar episodios de violencia física o verbal contra su madre, lo que les genera un trauma profundo y, de paso, hace sufrir a la mujer de forma indirecta.

En los casos más extremos, esta violencia puede llegar al daño físico o incluso al asesinato de las hijas/os, como una forma brutal de castigar a la madre, como ya ha ocurrido en nuestra región. Este tipo de actos no solo son profundamente crueles, sino que también representan una violación grave a los derechos de las mujeres y de la infancia, al convertir a los menores en instrumentos dentro de relaciones marcadas por el abuso y la venganza.

[i] ,.lnforme_contextual_ Violencia_ Vicaria_30-1 1-2023.pdf

Yesenia Hidalgo / Abogada

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