Juicio Político

Juventud mexicana: entre el riesgo y la esperanza

Ciudad de México.- Según el último censo de población del INEGI, en el país hay 25.6 millones de adolescentes y jóvenes. La distribución por grupo de edad es la siguiente: 8.7 millones tienen entre 10 y 14 años, 8.6 millones entre 15 y 19 años, y 8.3 millones entre 20 y 24 años. Los cuales necesitan más espacios y oportunidades para que puedan tener un futuro más prometedor.

Gran parte de la juventud mexicana se encuentra en una situación compleja y crítica, y el gobierno tiene la obligación de actuar. Debe garantizar que su potencial no se pierda en las garras de la delincuencia organizada, ni caigan en los vicios del alcohol y drogas. Por lo tanto, propiciar condiciones necesarias para ofrecer espacios de sana convivencia y pacífica, así como oportunidades reales de desarrollo, no es un lujo, sino una responsabilidad del Estado para salvaguardar el crecimiento y futuro del país, así como el bienestar de ellos.

Es innegable que la falta de más espacios que propicien la posibilidad de desarrollarse integralmente así como las pocas oportunidades laborales, sumado a la falta de entornos seguros, propicia que los jóvenes sean vulnerables al alcohol, drogas y al reclutamiento por parte de los grupos criminales. La idea falsa del dinero fácil puede resultar atractiva para que los jóvenes caigan en actos delictivos. Sin embargo, reducir esta problemática a una mera responsabilidad gubernamental sería injusto.

Si bien es cierto que el Estado tiene la obligación de generar políticas públicas efectivas, invertir en educación de calidad, fomentar el empleo juvenil y garantizar la seguridad y los espacios de convivencia sana y pacífica. La solución no recae exclusivamente en el gobierno. El fortalecimiento del tejido social comienza en el núcleo familiar. Padres y madres, hermanos mayores, tíos y abuelos tienen un papel fundamental en la formación de valores, la transmisión de principios éticos y morales.

Una familia presente, comunicativa y comprometida puede ser el primer escudo contra las influencias negativas del entorno. Fomentar la participación en actividades culturales, deportivas, recreativas y comunitarias desde temprana edad genera oportunidades y posibilidades para el desarrollo integral de los jóvenes, alejándolos del ocio peligroso y brindándoles alternativas constructivas para su tiempo libre.

La creación de espacios de sana convivencia va más allá de la construcción de parques o centros deportivos. Implica fomentar la interacción positiva entre jóvenes de diferentes contextos, promover el respeto a la diversidad, estimular la creatividad y el pensamiento crítico. Estos espacios deben ser seguros, accesibles y gestionados con la participación activa de la comunidad, convirtiéndose en puntos de encuentro donde se construyan lazos de solidaridad y se fortalezca el sentido de pertenencia.

No podemos permitirnos perder una generación completa a manos de la violencia y la desesperanza. La tarea de brindar oportunidades y construir un futuro más pacífico y prometedor para nuestros jóvenes es una responsabilidad compartida. Requiere la acción coordinada del gobierno, la sociedad civil, las instituciones educativas y, fundamentalmente, de cada familia mexicana. Solo a través de un esfuerzo colectivo podremos transformar el camino que tienen lleno de dificultades, obstáculos y riesgo en un camino de esperanza y progreso para la juventud de México.

Moisés Álvarez Palacios / Analista

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