Maltrato animal: violencia silenciosa de Ciudad Juárez

En un mundo cada vez más consciente de la necesidad de proteger a todos los seres vivos, los derechos de los animales emergen como una cuestión ética y legal que demanda atención urgente.
Los derechos humanos de cuarta generación contemplan el derecho a vivir en un medio ambiente sano, lo cual implica proteger la biodiversidad y los hábitats naturales. Aunque los animales no son titulares directos de estos derechos, el marco normativo que protege el entorno natural se ha convertido en una herramienta poderosa para mejorar su bienestar.
Un ejemplo clave es la Declaración Universal de los Derechos del Animal, proclamada por la UNESCO en 1978, que establece que “todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia”. Esta declaración reconoce que los animales son seres sintientes, capaces de experimentar dolor y sufrimiento, y por ello merecen respeto y protección. Sin embargo, su implementación efectiva sigue siendo un reto.
El maltrato animal es una realidad que tiene consecuencias graves: causa dolor, miedo y enfermedades en los animales; en las personas fomenta la desensibilización y la normalización de la violencia; y en la sociedad, genera una cultura de irrespeto hacia la vida, afectando la convivencia y el bienestar común.
Existen diversas formas de maltrato animal que deben reconocerse y erradicarse: a) Maltrato físico, como golpes, quemaduras o mutilaciones, que causan daños físicos y emocionales graves, b) Maltrato psicológico, como el aislamiento, el ruido constante o la falta de estímulos, que afecta profundamente su bienestar emocional, c) Explotación en espectáculos, donde los animales son usados en circos, peleas o exhibiciones bajo condiciones crueles, d) Sacrificios rituales, que además de ser actos crueles, muchas veces son ilegales y e) Negligencia y abandono, que implica dejar al animal sin comida, agua, refugio ni atención veterinaria, exponiéndolo a enfermedades y peligro.
En México, el abandono animal es alarmante. Se estima que más de 500,000 perros y gatos son abandonados cada año, convirtiendo al país en el que tiene más perros callejeros en América Latina, ejemplo de ello es el Estado de México, donde hay más de cinco millones de animales en situación de calle. Mientras tanto, en esta Ciudad Juárez se estima una población superior al medio millón de perros sin hogar y más de 60,000 animales de otras especies abandonados.
Ante esta realidad, la legislación mexicana ha comenzado a avanzar. La Ley General de Bienestar Animal (2015) reconoce a los animales como seres sintientes, lo que implica que deben recibir trato digno y protección. Algunos estados han ido más allá al incluir este reconocimiento en sus constituciones, obligando a las autoridades a velar por su bienestar.
En el estado de Chihuahua, existen mecanismos legales importantes como: la Ley de Bienestar Animal del Estado de Chihuahua, que promueve la tenencia responsable, prohíbe el maltrato y permite la creación de Centros de Control Animal, priorizando la adopción y esterilización; la Ley Estatal de Salud, modificada para convertir los antiguos centros antirrábicos en espacios con funciones amplias para el bienestar animal.
Localmente, se han creado instituciones y reglamentos específicos, como: la Dirección de Atención y Bienestar Animal, encargada de proteger a perros y gatos, y promover la adopción responsable; el Reglamento para la Protección y Control de Animales Domésticos, que regula la tenencia de mascotas y sanciona el maltrato y el Sistema Integral de Identificación y Seguimiento de Animales, que utiliza microchips para identificar mascotas y prevenir su pérdida o abandono; el Centro de Rescate y Adopción de Mascotas del Municipio, que ofrece servicios de esterilización, vacunación, desparasitación y adopción. A esto se suma el esfuerzo de asociaciones civiles y activistas que trabajan incansablemente por el bienestar animal, promoviendo la adopción y evitando el sacrificio.
Es momento de que Ciudad Juárez dé un paso adelante, convirtiéndose en referente en la defensa de los derechos de los animales. Para lograrlo, se deben fortalecer las leyes locales, aprobar nuevas normativas que reconozcan a los animales como seres sintientes y aplicar sanciones claras a quienes vulneren sus derechos.
Además, es fundamental implementar programas de concientización y educación, así como apoyar a organizaciones que ya trabajan por esta causa. La creación de espacios y eventos que promuevan la adopción y la tenencia responsable también es clave. Si bien las autoridades tienen un papel crucial, como sociedad debemos asumir nuestra responsabilidad en la protección de los animales, fomentando la cultura de la denuncia y actuando desde la ética, la empatía y el respeto por la vida.
Rosa Isabel Medina / Doctora