Juicio Político

Fofo Márquez y la distinción con Marianne Gonzaga

La semana pasada en este mismo espacio escribí un análisis en relación con la acusación y posterior sentencia dictada en contra del influencer Fofo Márquez por supuestamente haber cometido el delito de feminicidio en grado de tentativa en perjuicio de una señora, en Naucalpan, Estado de México.

Ahí sostuve que todo el peso de la ley debía caer sobre Márquez, pero por el delito de lesiones, no por el delito de feminicidio en grado de tentativa. Era evidente que Márquez no había querido matar a su víctima, pero sí había querido propinarle una golpiza. Insisto, Márquez debe ser procesado y castigado, pero de acuerdo a la ley, no al clamor popular.

Todavía no terminaban de llegarme los mensajes de reclamo de muchos grupos radicales, cuando la influencer Marianne Gonzaga le clavaba doce puñaladas a la novia de su expareja. Al momento de escribir esta columna, la víctima se encuentra hospitalizada, en un coma inducido, y con riesgo de perder la vida en cualquier momento.

Evidentemente todas las redes sociales se inundaron comentando el lamentable hecho. La diferencia procesal entre ambos asuntos es que Gonzaga es menor de edad, por lo que enfrentará un proceso diferente al de Márquez. Sin embargo, en el tema sustantivo y al margen de que se le procese en el sistema de adultos o de menores de edad, lo que hizo fue mucho más grave que lo que hizo Márquez. La víctima de Gonzaga se debate entre la vida y la muerte por la docena de heridas que le propinó.

Sin embargo, atendiendo nuevamente a los criterios de la justicia por aclamación, Gonzaga fue vinculada a proceso por el delito de lesiones. Así como lo lee, estimado lector. Mientras Márquez (quien golpeó y pateó a su víctima) fue sentenciado por feminicidio en grado de tentativa, Gonzaga (que acuchilló una docena de veces a su víctima) fue vinculada a proceso por el delito de lesiones. ¿Debe la justicia distinguir? Evidentemente no, pero las autoridades lo hacen porque se sienten presionadas por la muchedumbre.

Este asunto nos refleja la enorme inequidad que existe en el sistema de impartición de justicia de México. Si el Fofo Márquez hubiera acuchillado a su víctima, yo sería el primero en decir que fue un feminicidio en grado de tentativa. En el caso de Gonzaga, no estoy seguro qué tendría que haber ocurrido para que se le vinculara por feminicidio en grado de tentativa (pues el tipo penal no requiere que sea un hombre quien lo ejecute, sino que se haga por el hecho de ser mujer).

Como siempre sucede, los colectivos feministas salieron en defensa de Gonzaga para tratar de dar todo tipo de explicaciones y justificaciones, argumentos en su mayoría bastante inverosímiles y hasta ridículos.

Por ejemplo, en redes sociales salieron varias mujeres a decir que era una reacción de Gonzaga porque se encontraba sumida en un cuadro de depresión post parto. Entonces, no sabía lo que hacía. Otras salieron a celebrar esa actuación porque la víctima le habría quitado al novio a Gonzaga, entonces justificaban ese actuar criminal. Hubo otras que incluso se atrevieron a culpar al ‘patriarcado’ de esa tragedia. En la red social X, la usuaria @ximenacanseco expresó lo siguiente: “La agresión de Marianne es también consecuencia del patriarcado. El patriarcado nos hace rivalizar con otras mujeres en búsqueda de atención y afecto de los hombres. Urge desmontarnos la misoginia internalizada y construir herramientas para gestionar nuestras emociones”.

Parte de madurar y convertirnos en adultos es asumir la responsabilidad de cada quien. Me parece inconcebible que exista una corriente en redes sociales (por mínima que sea) que justifique la agresión hacia la víctima, y que defienda a quien presuntamente cometió estos actos tan barbáricos. Incluso, que se atrevan a culpar “al patriarcado” de las acciones de una persona claramente desquiciada, viene a reflejar el proceso de estupidización que está permeando en algunos sectores de la sociedad. Sostener que el Fofo Márquez es un feminicida, pero que Gonzaga actuó como consecuencia del patriarcado, nos dice que hay gente que desde hace mucho tiempo ha decidido renunciar a pensar.

Este problema no existiría si las autoridades fueran firmes en su actuación y no se dejaran amedrentar por mayorías (y en el peor de los casos, minorías) ruidosas al momento de procurar e impartir justicia.

Todo este tema me recuerda cuando se le acusó a la Ministra Yasmín Esquivel de haber plagiado su tesis de licenciatura. Un colectivo feminista de Veracruz salió a decir que Esquivel era víctima de violencia de género. O sea, hay quienes creen que el hecho de ser mujer es una licencia para estar exenta del cumplimiento a la ley.

En el caso de Márquez, creo que su estrategia jurídica falló. Debió haberse asumido como mujer trans para que todos los colectivos feministas salieran en su defensa, y solicitaran se le juzgara ‘con perspectiva de género’ (una de las más grandes tonterías de nuestro sistema legal, pues rompe con el principio de equidad procesal).

Quienes impulsan estas distinciones son una minoría muy escandalosa, y obligan a la mayoría a partir de ocurrencias, escudándose en la cobardía de muchas autoridades.

Considero que toda esta onda woke está llegando a su fin. En Estados Unidos (país de origen de la cultura woke) el candidato presidencial ganador fue justamente el que reprobó toda esta clase de distinciones y privilegios. El electorado demostró estar cansado de la cultura woke (misma que el Partido Demócrata asumió como propia, empezando por Kamala Harris y Gavin Newsom).

Como un liberal genuino, me molesta en sobremanera que en estas épocas no se pueda hablar con libertad, que a todo le quieran imprimir el tema de género, que todo lo consideren violencia, y que existan distinciones en la ley donde la misma debería de ser la misma para todos.

La cultura woke, la práctica de la cancelación, y las acciones afirmativas (discriminación positiva) nos hacen ver que ese espectro del pensamiento político se encuentra más cerca de regímenes autocráticos que de regímenes liberales. En Corea del Norte también se discrimina por razón de sexo o género, y se limita expresarse con libertad. La justicia también la imparte el clamor popular (conducido por el gobierno). Por ello, creo que la etapa woke en nuestra cultura occidental debe desarraigarse por completo.

Justamente ese hartazgo de un enorme sector de la población ha traído como consecuencia el vaivén del péndulo ideológico que tenemos casi en todos los países. Argentina, después de haber sido gobernada por décadas por la izquierda (con un breve receso con Macri) se fue al extremo ahora con Javier Milei. En Italia, Giorgia Meloni (de ultra derecha) llega igualmente al poder. En Canadá, Justin Trudeau está en sus último días y parece que será Pierre Poilievre (derecha) quien lo suceda.

No estoy diciendo que me parece buena idea que Milei, Meloni o Poilievre encabecen los gobiernos en sus países. Nada más alejado a mi postura. Lo que estoy diciendo es que la población se cansó de tanta tolerancia a los absurdos promovidos por los woke. Por eso no es extraño ver el giro que ha dado la política en estos países. Creo que debemos encontrar el justo equilibrio entre la extrema derecha y la izquierda ideológica, pues conforme a la teoría política de la herradura, los extremos ideológicos tienden a encontrarse.

Sixto Duarte / Analista

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