Resiliencia mexicana: las seis dimensiones a prueba

No está de más recordar el concepto: resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos para sobrellevar las situaciones inusuales o inesperadas y anteponernos a los obstáculos para no ceder a la presión independientemente de las circunstancias.
En Chihuahua, la entidad territorialmente más grande del país, donde el clima extremoso se ha convertido más que en obstáculo, en oportunidades, hemos salido adelante de inundaciones provocadas por torrenciales lluvias, sequías que devastaron el campo, pandemias que nos arruinaron las finanzas y hasta crisis políticas que dividieron a las familias.
Hoy, México se enfrenta a innumerables riesgos que ponen en alerta no sólo a las autoridades, sino a los mexicanos de a pie, a quienes salimos diariamente a buscar el sustento del hogar, a los que encontramos siempre la forma de encontrar soluciones.
Más allá de un texto simplista, éste pretende ser una reflexión que, desde un teclado, mezcla las ideas con el propósito de inyectar en los lectores el recordatorio de que no somos inmortales, pero sí fuertes; no somos eternos, sin embargo sabemos enfrentar con inteligencia los peligros que parecen interminables.
Puse el ejemplo de Chihuahua, porque es el que tengo más cercano y es la tierra que me ha brindado durante seis décadas la esperanza de que hoy puede ser mejor, siempre y cuando sigamos siendo resilientes.
No es una reflexión romántica. Es el intento de un mensaje que no busca la aceptación generalizada -eso no sería sano-, pero sí la meditación seria frente al lado escéptico de la comunicación política, que en todo quiere encontrar la malicia, antes que una coincidencia de conveniencia social.
México tiene hoy escenarios muy complicados: la amenaza de un gobernante vecino con síndrome de conquistador y cuyas características se asemejan al más rancio de los reyes feudales de vidas y haciendas. El proceso para la elección de los integrantes del Poder Judicial será otro tema a resolver, con cuidado y con la mayor claridad posible, algo que ya es cuestionado de manera insistente.
Y quizá dos de los mayores problemas en esa esa madeja de problemas está el real combate a la delincuencia organizada y, no menos importante, el flujo migratorio, dos temas que están en la mesa de negociaciones con el Gobierno de los Estados Unidos, como condicionantes para la implementación de aranceles para productos mexicanos.
Y aquí viene el primer dilema: ¿cuál es la estrategia para combatir a los cárteles de la droga? No es una pregunta para que se responda públicamente; es un cuestionamiento del que sobran las respuestas, porque basta ver la fotografía de Sinaloa para darnos cuenta que, sin remedio, es urgente la intervención que detenga el desastre de inseguridad en esa entidad.
Pero en todo el país los grupos criminales asentaron sus reales, como si se tratara de una distribución de territorios para la siembra y cosecha de alimentos; aquí se trata de producción, a gran escala, de veneno que va directo a los seres humanos.
En cuanto al tema migratorio, es evidente que ya se tendieron los primeros puentes para tratar de dar respuesta a la exigencia norteamericana, pero esto no significa que seres humanos de otras latitudes sigan recorriendo el territorio mexicano para llegar a la frontera.
Diversos teóricos de la resiliencia indican una serie de herramientas, mediciones y hasta dimensiones que ubican el grado en que el ser humano, o una comunidad, pueden enfrentarla, pero una de las más conocidas es la Escala de Resiliencia para Adultos (RSA), desarrollada por Noruega.
Establece seis dimensiones: la percepción de uno mismo, la percepción del futuro, la competencia social, la cohesión familiar y el apoyo social pero, indispensablemente, la estrategia y planeación.
Dije Chihuahua, párrafos arriba, porque cada una de estas dimensiones las cruzó en las últimas décadas: la polarización social, en procesos electorales, fue uno de los escenarios más complicados durante la transición de poderes que, a la postre, logró generar la calma con base en la negociación política.
Chihuahua ha sido una entidad azotada por desastres naturales, sequías, inundaciones, incendios forestales, pero, sobre todo, por la inseguridad generada por los grupos criminales. Hoy México se enfrenta a problemas graves, serios, y que requieren de todas las dimensiones, pero antes que nada, de todo su pueblo.
Seguir en el encono, la confrontación, la división de la sociedad misma, no va a permitir algo que los medidores de la resiliencia advierten: la cohesión y el apoyo social. No somos tan fuertes como para no ser derrotados, pero la unión hace la fuerza.
Y si México sigue dividido, entonces no hay mucho que hacer. Si los liderazgos insisten en dividir, antes que sumar, el puerto no es seguro. Ese es el principal dolor mexicano: la división. Al tiempo.
José Luis García