Juicio Político

Tus capos, los míos y los de nosotros

José Luis García

Desde que dos de los principales capos mexicanos de la droga fueron arrestados en territorio norteamericano, la semana pasada, las versiones han ido de lo increíble a lo fantasioso.

Que si hubo traiciones (¿desde cuándo se respetan los criminales?), que si fue un pitazo, que si fue producto del intercambio informativo de las agencias de inteligencia, hasta el hecho de que se trató de un pacto de entrega a cambio de menos castigo de la ley.

Los únicos que saben qué pasó, hoy están presos y viajaron (¿de dónde salió el famoso avión y cuál fue su plan de vuelo?) hasta aterrizar en una pista en la línea divisoria entre Estados Unidos y México. La verdad solo ellos la saben y lo habrán de contar a las autoridades que los tienen en custodia.

Lo demás son especulaciones que seguirán manejándose en medios de todo el mundo porque, eso sí, son dos capos “pesados” o, comúnmente llamados, “peces gordos”, que atraen el morbo mediático porque a partir de su arresto, vendrán dos cosas importantes: el conocimiento de su nómina y, dos, la guerra por el liderazgo.

Pero hay preguntas muy interesantes que he escuchado a partir del jueves pasado cuando se difundió el arresto de los dos capos: ¿nadie sabía de sus negocios en varias décadas? ¿Por qué caen criminales mexicanos y pocos -o ninguno- del otro lado de la frontera? ¿Solo hay narcotraficantes en México? ¿Quién se encarga de sus negocios allá, en Estados Unidos?

Cada vez que hay un arresto de este tamaño -recordemos cuando Joaquín Guzmán Loera cayó-, de inmediato se generan todo tipo de versiones y los reacomodos dentro de los grupos criminales son de facto de tal suerte, que la ola de violencia es un verdadero escándalo.

Ahora que uno de los más grandes narcotraficantes mexicanos está preso, Ismael Zambada García, junto con Joaquín Guzmán López, quienes viajaron juntos en el avión asegurado por autoridades estadounidenses el jueves 25 de julio, vendrá lo que de forma cíclica ocurre… la guerra por el control entre quienes habrán de disputarse liderazgo y territorios.

Regreso a una interrogante que tiene frecuencia lógica: ¿por qué solo los capos mexicanos caen? ¿No hay narcotraficantes del otro lado de la frontera? La respuesta viene de inmediato por quienes conocen del tema: caen los que provocan el problema, es decir, los que introducen la droga a Estados Unidos.

Allá -dicen innumerables fuentes- está la alberca, porque si México es el más grande trampolín del negocio del tráfico de drogas, en la unión americana está el más grande mercado y, si hay demanda, hay oferta. Mientras haya compradores -consumidores-, habrá vendedores.

Demasiado crudo, pero es la realidad. El problema es que la droga, una vez en territorio norteamericano, no se vende sola, ni se pide por internet o con aplicaciones como si fueran productos de mercadeo normal. Hay alguien que distribuye y no precisamente en locales establecidos, salvo los que ya tienen la franquicia de la mariguana, que ese es otro cantar.

También he escuchado con insistencia que el arresto de grandes capos no mata de raíz el problema, sino que lo multiplica; lo decía la semana pasada… cuando cae un narcotraficante, aparecen diez de inmediato. Entonces, si la droga va de México a Estados Unidos, aunque los barones del hampa no tengan doble nacionalidad, pues el asunto es de ambas naciones, ¿o no?

Puede ser que el arresto de importantes narcotraficantes frene por un tiempo el tráfico de drogas, pero ¿qué se hace para terminar con el problema de las adicciones? ¿Hay acaso una estrategia realmente efectiva para combatir la dependencia de millones de personas a las sustancias que los están matando?

Los narcotraficantes mexicanos están muy bien identificados, aunque no se les persiga como se debe; pero también hay criminales del otro lado que se encargan de distribuir lo que llega desde acá. Por tanto, México tiene a sus propios capos, Estados Unidos debe tener a los suyos y, entre ambos, deben tener muy claro quienes son los de ambos.

Por eso, parodiando una de las más taquilleras películas, aquí no hay más que una sopa: son tus capos, los míos y los de ambos, por aquello de que el negocio no es redituable si no hay compradores y toda una estrategia para distribuir en los rincones más escondidos de todo el mundo porque, por cierto, este asunto del narcotráfico no es exclusivo de México y su vecino del norte, sino que se extiende por todo el mundo. Por ello, si ya se tiene a un pez gordo, pues mínimo habría que ver quiénes son sus socios comerciales aquí y del otro lado. Porque son tus capos, los míos y los de nosotros. Al tiempo.

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