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Descubre cómo la menopausia impacta en tu cerebro

La disminución de estrógenos durante la menopausia no es sólo responsable de los bochornos o los cambios bruscos de humor: afecta a la temperatura corporal, a la memoria, al estado de ánimo y puede abrir la puerta al deterioro cognitivo en etapas posteriores de la vida.

El cerebro, insiste Lisa Mosconi, autora de Menopausia y cerebro (Kairós), desempeña un papel crucial en este proceso.

La investigadora, formada en neurociencias y medicina nuclear, ha analizado durante años en imágenes de PET (tomografía por emisión de positrones) para responder algo que muy pocos científicos antes se habían preguntado: ¿qué le ocurre al cerebro de una mujer mientras atraviesa la menopausia, y no sólo después?
“No había ni un solo estudio que analizara en conjunto el cerebro de las mujeres antes y después de la menopausia o, incluso, en las diferentes etapas de la menopausia”, cuenta con asombro. “Todo lo que sabíamos sobre los efectos en el cerebro era a posteriori, con mujeres posmenopáusicas de 70 y 80 años, quizá en sus 60″.
Cuando se tiene niebla mental, efectivamente se produce menos energía en algunas partes del cerebro. Mi trabajo consiste básicamente en intentar dar la razón a las mujeres. Estamos validando lo que las mujeres han dicho durante siglos”.

Lisa Mosconi
Neurocientífica

Lo que descubrió vino a cambiar la comprensión de esta etapa de la vida: durante la perimenopausia, ese período de años en que los ciclos se vuelven irregulares antes del cese definitivo de la menstruación, el cerebro femenino experimenta una caída promedio del 30 por ciento en su energía.

Esto explica el famoso brain fog o niebla mental que, después de los bochornos y sudores nocturnos, es el segundo síntoma más común de la menopausia, explica. Hasta un 62 por ciento de las mujeres en la perimenopausia y posmenopausia experimentan esa fatiga mental.

Entre las cosas más comunes que las mujeres comentan es entrar en una habitación a hacer algo y, de repente, no acordarse para qué, olvidar cosas que normalmente no les costaría recordar o perder la concentración a la mitad de un trabajo intelectual.
“Cuando se tiene niebla mental, efectivamente se produce menos energía en algunas partes del cerebro. Mi trabajo consiste básicamente en intentar dar la razón a las mujeres. Estamos validando lo que las mujeres han dicho durante siglos, pero la falta de evidencia ha sido realmente perjudicial para la salud de las mujeres”.
La buena noticia es que la niebla mental es un estado temporal y “la agudeza mental se recupera tras la menopausia”. Es más, Mosconi aporta un dato revelador: “Durante esta fase de la vida, las mujeres superan a los hombres en las pruebas cognitivas que miden la memoria, la fluidez y algunas formas de atención”.
Sin embargo, puntualiza la neurocientífica, estos resultados no representan la tónica general. Habrá algunas mujeres que no muestren ninguna alteración en el rendimiento cognitivo, mientras que, en otras, las alteraciones sean más notables y pueden ser una advertencia de que algo serio está ocurriendo en segundo plano. Las mujeres no son inmunes al deterioro cognitivo.
“Habrá casos en los que el declive en el rendimiento cognitivo continúe después de la menopausia y con el tiempo dé lugar a un diagnóstico de demencia”.
Dos terceras partes de las personas afectadas por la enfermedad de Alzheimer, la forma más común de demencia, son mujeres.
No es una enfermedad

La menopausia no es una enfermedad, sino un proceso activo de remodelación cerebral, y en ello es enfática Mosconi.
“Es una transición biológica, tan natural como la pubertad o el embarazo”, recalca.
Sin embargo, ese momento de “remodelación cerebral” también puede actuar como un disparador de riesgos preexistentes: enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, esclerosis múltiple, ansiedad, depresión, migrañas y hasta mayor propensión a accidentes cerebrovasculares.
Origen de los bochornos

El hipotálamo, centro de control de la temperatura corporal, es rico en receptores de estrógeno. Cuando estos niveles hormonales fluctúan, se presenta una disfunción del hipotálamo, provocando cambios abruptos de temperatura que van mucho más allá del malestar: los sofocos severos, sobre todo los nocturnos, se han asociado en estudios preliminares con mayores riesgos de enfermedad cardiovascular y posiblemente de deterioro cognitivo.
Por eso, dejar pasar los bochornos como algo “normal” o “que ya pasará” puede no ser la mejor estrategia.
“Si los sofocos son frecuentes o severos, es importante hablar con un médico”, subraya Mosconi.
Hoy en día existen tanto terapias hormonales de reemplazo como tratamientos no hormonales, como el fezolinetant, aprobado recientemente por la FDA de los Estados Unidos, que pueden ofrecer alivio y protección a largo plazo.
La terapia hormonal: entre miedo y esperanza

Para muchas mujeres, la sola mención de la terapia hormonal de reemplazo (THR) provoca temor: a cáncer, a infartos, a demencia. Esta percepción tiene raíces en los resultados, muy mal interpretados, advierte Mosconi, del estudio Women’s Health Initiative (WHI) de los años 90 en los Estados Unidos.
El objetivo era evaluar si la terapia hormonal prevenía enfermedades como el Alzheimer y cardiovasculares. Sin embargo, la mayoría de las participantes tenían más de 70 años, es decir, años después de la menopausia, cuando ya no es el momento adecuado para iniciar una terapia hormonal preventiva.
“No se debe comenzar terapia hormonal a los 70 u 80 años”, remarca la neurocientífica.
El WHI usó una combinación de estrógenos con una progestina sintética que ya no se utiliza en terapias estándar por sus posibles efectos adversos.
El hallazgo más publicitado fue el aumento de riesgo de cáncer de mama, pero Mosconi señala que ese riesgo sólo se encontró en el grupo que recibió estrógeno y progestina sintética.
En el grupo que recibió sólo estrógeno, no hubo aumento de riesgo, e incluso hubo una reducción en la incidencia de cáncer de mama.
“Las sutilezas y diferencias entre los subgrupos se perdieron en los titulares (de los medios) y dieron pie a un miedo generalizado”.
El WHI no consideraba el cerebro como un órgano blanco del estrógeno. Mosconi recuerda que recién en 1996 se descubrió que el estrógeno actúa directamente sobre el cerebro. Por eso, el estudio no midió ni previó los efectos neurológicos de las terapias hormonales.
En la actualidad se sabe que iniciar THR en los años de la transición menopáusica, con estrógenos bioidénticos o micronizados y bajo supervisión médica, puede ser seguro y ofrecer beneficios que van más allá del alivio sintomático: proteger la energía cerebral, reducir el riesgo de osteoporosis, mejorar la calidad del sueño y, quizás, retrasar procesos neurodegenerativos.
“El riesgo de cáncer de mama relacionado con la terapia hormonal es mucho menor de lo que se piensa”, explica Mosconi. “De hecho, es menor que el riesgo asociado con tomar dos copas de vino al día”.
Aunque, precisa, no está diciendo que todas las mujeres deban usar terapia hormonal, pero sí que es una herramienta válida.
“Debe estar sobre la mesa, no fuera de ella”, asegura.
La neurocientífica destaca que, tras la tormenta hormonal, muchas mujeres reportan mayor estabilidad emocional, resiliencia y satisfacción con la vida.
Eso tiene soporte científico: tras la menopausia, la amígdala, la región cerebral que regula las emociones negativas, se vuelve menos reactiva al estrés, pero no pierde su capacidad de reaccionar ante estímulos positivos.
Es decir, el cerebro se reorganiza para amortiguar lo negativo, sin apagar la felicidad.
Aunque la menopausia puede ser un desafío en el corto plazo por los sofocos, los cambios de humor y la fatiga cognitiva, a largo plazo muchas mujeres experimentan más paz, claridad y satisfacción personal.
Como dice Mosconi: “Si eso no es una ventaja, no sé qué podría serlo”.
Estudian el vínculo menopausia-Alzheimer

Desde su laboratorio en el Centro Médico Weill Cornell de Nueva York, la neurocientífica Lisa Mosconi dirige un programa pionero de investigación de 50 millones de dólares para prevenir el Alzheimer en mujeres, tomando en cuenta las particularidades del cerebro femenino durante y después de la menopausia.
Financiado por Wellcome Leap, CARE (Cutting Alzheimer’s Risk through Endocrinology) es una iniciativa global sin precedentes sobre el riesgo neurológico en relación con los cambios hormonales de la menopausia.
Una explicación generalizada pero simplista sobre la mayor proporción de Alzheimer en mujeres ha sido que es una enfermedad de la vejez, y que las mujeres viven más que los hombres. En realidad, la diferencia en la esperanza de vida entre mujeres y hombres es pequeña: 4.5 años en Estados Unidos y 5 años a nivel global.
Ahora existe consenso en que el Alzheimer no es una enfermedad de la vejez, sino una enfermedad de la mediana edad, cuyos síntomas comienzan en la vejez.
El proyecto aspira a reducir el riesgo de Alzheimer para 330 millones de mujeres y potencialmente prevenir 55 millones de casos de aquí a 2050.
En todo el mundo, alguien desarrolla la enfermedad de Alzheimer cada 3.2 segundos.
“Terminará, con suerte, en una ruta muy clara hacia la prevención del Alzheimer en mujeres, que tiene en cuenta todos los factores de riesgo específicos, algo que nunca se ha hecho. Tenemos tres años para encontrar respuestas”, explica la neurocientífica especializada en la detección temprana y reducción del riesgo de esta enfermedad.
Cientos de investigadores, también de América Latina, solicitaron ser parte del programa, que en junio anunciará la red final de participantes a nivel global.
No son tus ovarios, ¡es tu cerebro!

Los síntomas de la menopausia no tienen su origen en los ovarios, sino en el cerebro. Son de hecho, síntomas neurológicos, manifestaciones de los cambios que provoca en el cerebro.
– Sofocos
Sensaciones repentinas de calor intenso acompañadas de sudoración, aceleración del ritmo cardiaco y enrojecimiento de la cara.
– Dificultad para dormir
Inestabilidad emocional: cambios de humor frecuentes, irritabilidad, ansiedad o sentimientos de tristeza o depresión
– Problemas de memoria
Dificultad para concentrarse; lentitud del procesamiento cognitivo
– Problemas verbales
Dificultad para encontrar una palabra o poner en palabras los pensamientos.
– Menor capacidad para combinar tareas (multitasking)
– Poca energía
Fatiga, falta de motivación y una sensación de falta de energía general
– Descenso de la libido
Acciones que pueden ayudar

El autocuidado en la menopausia no es un acto de egoísmo, sino de supervivencia, plantea Lisa Mosconi. La ciencia ha comprobado que ciertos cambios en el estilo de vida tienen un impacto real y poderoso en la salud cerebral de las mujeres menopáusicas:
– Ejercicio físico regular: puede reducir hasta en un 30 por ciento el riesgo de demencia.
– Alimentación rica en fibra, antioxidantes y grasas saludables: el patrón dietético más protector se asemeja a la dieta mediterránea, con frutas, verduras, legumbres, pescado y aceite de oliva.
– Reducción de estrés: el exceso de cortisol debilita el equilibrio hormonal y puede agravar la fatiga cognitiva.
– Cuidado de la salud auditiva y visual: usar anteojos o audífonos cuando es necesario también protege al cerebro.
– Priorizar el sueño: la mala calidad del sueño es uno de los predictores de deterioro cognitivo.

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