Juicio Político

Alligator Alcatraz: el pantano del odio como política migratoria

Florida ha inaugurado un nuevo símbolo de la política migratoria estadounidense: un centro de detención en medio de los Everglades, apodado el “Alcatraz de los Caimanes”. El nombre parece sacado de una película de terror, pero es real. La cárcel, construida en menos de dos semanas, no es un esfuerzo genuino por resolver los desafíos migratorios; es una estrategia deliberada para sembrar miedo, estigmatizar a las personas migrantes y consolidar una narrativa de odio.

El gobernador Ron DeSantis y el expresidente Donald Trump han promocionado este proyecto como una respuesta “firme” a la llamada “crisis migratoria”. Pero basta mirar más de cerca para descubrir que su verdadero propósito es infundir terror. Como señala Eunice Rendón, coordinadora de Agenda Migrante, estas medidas no buscan soluciones reales, sino crear un clima de amenaza que empuje a muchos a la auto deportación, a esconderse y a vivir en la incertidumbre permanente.

La prisión, custodiada simbólicamente por caimanes, está rodeada por más de 28 mil pies de alambre de púas y equipada con más de 200 cámaras de seguridad. Se levanta en un territorio sagrado para las tribus indígenas Miccosukee y Seminole, y su construcción ha provocado la ira de ambientalistas, líderes comunitarios y organizaciones de derechos humanos. No solo representa una afrenta para los ecosistemas frágiles de los Everglades, sino que también perpetúa una narrativa racista que pinta a los migrantes como criminales peligrosos, cuando en realidad la gran mayoría son trabajadores y familias que buscan mejores oportunidades.

Además, el centro ha sido financiado con recursos del Fondo Federal para el Manejo de Emergencias, desviando dinero destinado a desastres naturales hacia un proyecto que exacerba la vulnerabilidad humana en lugar de aliviarla. Según los cálculos, el costo por persona detenida será de 247 dólares al día, una cifra superior a la de otros centros similares.

Lo más preocupante es la instalación de jueces dentro del centro para agilizar deportaciones en uno o dos días. Esta medida amenaza con eliminar las garantías procesales básicas, reduciendo los derechos de las personas migrantes a un trámite burocrático sin rostro ni justicia. En lugar de fortalecer el debido proceso, se prioriza una política de números, en la que la eficacia se mide en cuántos cuerpos pueden expulsarse del país en el menor tiempo posible.

Las imágenes de caimanes con gorras del ICE circulando como memes en redes conservadoras son solo la punta del iceberg. Representan un intento cínico de trivializar el sufrimiento humano y convertirlo en una herramienta de recaudación para el Partido Republicano, que ya vende camisetas y enfriadores de cerveza con el logotipo del centro.

Alligator Alcatraz es el síntoma de una enfermedad más profunda: la normalización de la crueldad y de la deshumanización como política pública, hoy más que nunca vivimos una involución de los derechos humanos, donde pareciera que se persigue y encarcela tan solo por el color de la piel. Criminalizar a quienes buscan una vida mejor no resuelve las causas de la migración ni construye sociedades más seguras. Solo erosiona los valores de humanidad y justicia sobre los que se supone que está fundada una nación.

México siempre ha pugnado por el respeto irrestricto de los derechos humanos de los migrantes, tanto nacionales como extranjeros. Estoy convencido que debemos seguir por ese camino y mas porque realmente creemos en el valor del humanismo, el humanismo mexicano del que tanto hemos hablado en los últimos años.

El desafío no es contener a las personas migrantes con caimanes y alambres de púas. El verdadero reto es construir puentes de dignidad y solidaridad, construir puentes de respeto y empatía con el migrante, porque ningún muro ni pantano puede detener la esperanza.

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