La frontera no se rinde

En los últimos meses he escuchado la misma pregunta repetirse una y otra vez entre colegas, proveedores, empleados, vecinos: “¿Y ahora qué va a pasar?”
La incertidumbre económica, los recortes a programas que antes impulsaban al sector productivo, el aumento de aranceles, el salario mínimo más alto del país —sin un plan fiscal que lo respalde— y la falta de inversión pública en infraestructura han creado una tormenta que muchos sienten como el principio de una crisis sin salida.
Pero yo no creo que la frontera esté en crisis por debilidad. Creo que estamos en un momento crítico porque no hemos activado todo lo que somos capaces de ser.
Durante años, la franja fronteriza norte ha sido tratada como un borde del país, como una zona funcional para exportar, ensamblar y obedecer decisiones tomadas desde lejos. Pero nuestra verdadera fortaleza no está solo en nuestras fábricas. Está en nuestro espíritu.
Somos una región que ha aprendido a crecer con lo mínimo. A competir con reglas desiguales. A generar empleo incluso cuando el gobierno voltea para otro lado. A reinventarnos.
Lo que nos falta no es capacidad. Es unidad, estrategia y liderazgo regional.
Necesitamos dejar de operar como ciudades aisladas y empezar a hablar como una sola región con peso económico y visión común. Exigir políticas públicas diferenciadas no es un privilegio, es una necesidad productiva.
Y mientras eso llega, los empresarios no podemos quedarnos de brazos cruzados. Un empresario que no se mete a desarrollar a más empresarios no puede ser empresario. Un empresario que no se mete a los problemas y soluciones de su comunidad no es empresario. Un empresario que solo genera negocio y solo ve el retorno de inversión no es empresario.
Hoy más que nunca debemos apostar por fortalecer lo local: encadenar nuestros sectores, privilegiar proveedores de la región, capacitar a nuestro talento, automatizar lo que se pueda, y sobre todo: no soltar a nuestra gente. Porque lo que hace fuerte a la frontera no son sus aduanas ni sus tratados. Son sus personas.
Sí, estamos enfrentando una situación difícil. Pero también es cierto que las grandes transformaciones nacen en los momentos incómodos.
Este es el tiempo de la creatividad. De la colaboración. De mirar más allá del problema y preguntarnos: ¿Qué sí podemos hacer desde dónde estamos?
No todo depende del gobierno. Ni todo se arregla con estímulos. A veces el verdadero incentivo es saber que somos parte de una región que, a pesar de todo, no se rinde.
La frontera norte y Ciudad Juárez tienen todo para levantarse una vez más. Solo necesitamos recordarlo… y actuar en consecuencia.