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¿La moda también se come?

Es innegable que la moda se encuentra en todas partes, hasta en un plato. Esto lo pudimos comprobar durante las más recientes presentaciones, en las que la industria ha cedido a los “antojos”.

Las pasarelas se llenan de accesorios con forma de comida y las producciones editoriales con escenarios gastronómicos aparecen continuamente, ¿será este el menú de tendencias del verano o simplemente un bocado pasajero?

La conexión entre la moda y la gastronomía parece una tendencia reciente, pero en realidad esta fusión no es tan nueva. En 1937, Elsa Schiaparelli —la gran surrealista de la moda— colaboró con Salvador Dalí para crear el icónico Lobster Dress (Vestido Langosta), una prenda confeccionada en organza blanca con una langosta pintada a mano por el pintor español, quien basó su obra en el surrealismo.

Colocada estratégicamente al frente como si fuera un plato servido con humor y picardía, la imagen de la langosta sobre el vestido fue un manifiesto de cómo el arte, la moda y hasta la comida podían convivir en un mismo diseño.

Desde entonces, el “hambre” de inspiración no ha parado. Moschino hizo historia con sus bolsos en forma de Happy Meal (cajita feliz) y papas fritas tamaño XL; y ahora, bajo la dirección creativa del argentino Adrian Appiolaza, una baguette francesa e incluso un apio son la inspiración en la concepción de complementos básicos para el guardarropa.

En este contexto, la firma Louis Vuitton “abrió el apetito” con su colección otoño-invierno 2025, al lanzar una línea de bolsos y accesorios de piel inspirados en la forma de una gyoza, ese dumpling japonés que muchos aman con salsa de soya, ahora lo prefieren llevar colgado del brazo.

Loewe, por su parte, se sumó al menú con un clutch en forma de tomate y una bolsa de espárragos como parte de su colección primavera-verano 2025, donde los detalles botánicos y la ironía visual se mezclaron como en una ensalada bien sazonada.

Pero el tema culinario no se queda en la forma. Hoy, lo comestible va más allá de la recreación literal y se extiende al terreno de la publicidad. Las marcas están “cocinando” nuevas formas de comunicación visual.

Meshki, de origen australiano, fundada en 2013 por Shadi y Nadia Mekhennet, lanzó una campaña para presentar su más reciente colección, recreando vestidos que parecían fettuccini y otros con drapeados que se asemejaban a los raviolis. Esta estrategia surrealista e irónica llevó el concepto al siguiente nivel, convirtiéndose en una propuesta que invita a ser “devorada”, recreando incluso los detalles más pequeños de cada prenda con gran precisión.

La moda siempre ha sido un campo fértil para la experimentación, pero lo que está pasando ahora es un verdadero banquete de ideas.

Esta fusión entre comida y moda no es sólo una tendencia visual, es también un reflejo muy claro de nuestro tiempo, de cómo consumimos imágenes, de cómo las marcas buscan provocar hambre y deseo fusionando lo sensorial con lo aspiracional.

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