Miscelánea

Así fue el retiro de Pancho Villa a la Hacienda de Canutillo

La Revolución Mexicana, fue el escenario donde los conflictos que aquejaban al país buscaron ser subsanados; la desigualdad, la pobreza extrema, y la falta de oportunidades llevaron a varias personalidades a demandar a través de las armas, una solución digna que diera al pueblo formas de obtener una vida digna.

Sin embargo, este conflicto persistió por espacio de diez años, pues aunque en 1917 se promulga la primera Constitución Mexicana, las guerrillas y peleas por el poder ejecutivo se mantuvieron. Entre los hombres que continuaban en la lucha, se identificaba al general Francisco Villa, quien, a pesar de contar una hueste reducida de tropas, se mantuvo generando conflictos al norte del país hasta 1920.

Ya el gobierno de Venustiano Carranza había buscado formas no pacíficas para detener las guerrillas que se desarrollaban ferozmente al norte y sur del país, lideradas principalmente por los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata, quienes descontentos con el nuevo sistema y la no resolución de sus demandas, continuaron peleando contra los federales.

Al respecto, Carranza logró emboscar y asesinar al general Zapata en 1919, sin embargo, el general Villa, escurridizo y astuto, nunca pudo ser interceptado; ni por el gobierno mexicano, ni por las tropas federales de Venustiano Carranza.

Ante el asesinato de Venustiano Carranza en mayo de 1920, Adolfo de la Huerta, en ese entonces “jefe súpremo del ejercito liberal constitucionalista”, asumió el puesto de presidente interino de la República Mexicana. Durante los séis meses que duró su mandato, buscó la manera de que el país entrara en un estado de paz, por lo que se dedicó a conversar con caudillos militares, entre ellos el general Villa.

Estas medidas incomodaron a Álvaro Obregón, Joaquín Amaro y Plutarco Elías Calles, célebres militares quienes le habían combatido con anterioridad, y quienes no estaban dispuestos a aceptar la rendición del general, debido a los crímenes que había cometido atrozmente en el norte, por lo que preferían seguir combatiéndolo hasta terminar con él.

Sin embargo, no contarían con que el general Villa, continuaría con las negociaciones. El 26 de julio de 1920, acorde a los apuntes de Mendoza Soriano, el general atacó Sabinas, Coahuila con una hueste de 800 hombres, quienes superaban la raquítica fuerza de 29 federales que custodiaban al pueblo. Con tres muertos, y dos heridos, Francisco Villa se hizo con el telégrafo de la ciudad, a través del cual entabló comunicación con Adolfo de La Huerta.

Al día siguiente llegaría el general Eugenio Martínez para negociar la rendición del general Villa, el cual impuso tres condiciones para aceptarla: Que se le respetara la vida; tener autoridad militar en algún distrito de Chihuahua y tener 200 hombres de escolta. A pesar de que era un hombre cuya cabeza tenía precio, Adolfo de la Huerta aceptó casi todo, excepto el tener un distrito militar bajo su mando. En su lugar, se le concedió la Hacienda de Canutillo con un gasto de 550 mil pesos para la expropiación.

Los villistas fueron desarmados en Tlahualilo, Durango, en agosto de 1920, entregando, entre otras cosas, 174 carabinas en buen estado y 1171 cartuchos Máuser. Si bien, al principio Álvaro Obregón dudaba de su rendición, cuando asumió la presidencia de México en diciembre, mandó al general una carta, asegurando que los acuerdos serían respetados.

A pesar de que el desarme y la rendición se dieron en condiciones pacíficas, el tiempo de vida que le quedó al general Villa en Canutillo, se desgranaba en la preocupación y la desconfianza, a sabiendas, de que su final sería a manos de un enemigo, pero resultaba difícil identificar quién de todos sería el valiente.

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