Juicio Político

Juan Pablo II llega el Día de las Madres a Chihuahua(10 de mayo de 1990)

Un día antes del arribo del Papa Juan Pablo II, la ciudad de Chihuahua, experimentaba un ambiente de fervor religioso sin precedentes; miles de devotos, provenientes de todos los lugares del Estado y de distintas partes de México, y más allá de sus fronteras, comenzarían a llegar la tarde del 9 de mayo para pernoctar en los campos Limas, adyacentes a la antigua empresa minera de Ávalos, con el propósito de obtener un lugar privilegiado para la ceremonia del día siguiente. La ciudad emanaba un intenso “fervor religioso”; las tiendas estaban repletas de compradores, la Catedral se colmó de fieles, y decenas de autobuses partieron desde más de 80 parroquias hacia los campamentos establecidos.

La Arquidiócesis local, organizaría los preparativos en conjunto con las autoridades estatales, imprimiéndose cerca de 600 mil boletos, para abarcar 42 hectáreas de espacio al aire libre que, fueron distribuidos entre las diócesis adyacentes, estableciéndose, además, rutas viales especiales para la recepción del Papa durante su recorrido. Se observó la llegada de grupos provenientes de toda la región norte de México, abarcando desde Tijuana y Hermosillo hasta la Sierra Tarahumara, así como de comunidades mexicanas ubicadas en Estados Unidos, quienes llegaron la noche anterior (el 9 de mayo) para participar en la visita. La expectativa era inmensa; se estimaba la presencia de hasta 700 mil asistentes acampando en los campos Limas para la misa que sería presidida por el pontífice al día siguiente. Sí, el 10 de mayo de 1990, coincidiendo con el “Día de las Madres” en México, el Papa Juan Pablo II, aterrizaría puntual en el Aeropuerto Internacional “Roberto Fierro” de Chihuahua.

A las 9:45 am, un avión proveniente de Durango, donde el pontífice había oficiado en la mañana, llegó a su destino, y pocos momentos después, el Papa apareció en la escalinata, recibiendo vítores y aplausos. Fue acogido con honores, tanto por diplomáticos como por religiosos; así mismo, esperaban su llegada, el arzobispo de Chihuahua, don Adalberto Almeida y Merino y su obispo coadjutor, José Arteaga, y autoridades civiles, como los gobernadores, Fernando Baeza Meléndez, del estado de Chihuahua; de Baja California, Ernesto Ruffo Appel; el alcalde de Chihuahua, Rodolfo Torres Medina (que en paz descanse), y otras autoridades estatales y nacionales. Por otro lado, y siguiendo la tradición, Juan Pablo II, se inclinaría para besar el suelo de Chihuahua, un gesto que causaría gran emoción entre los presentes. Posteriormente, saludaría a los enfermos y fieles situados junto a las vallas; bendijo a los niños, y extendió su mano a lo largo de su trayecto hacia el papamóvil, impartiendo bendiciones y sonrisas a la multitud que lo ovacionaba.

Tras esta recepción, el Papa, realizaría un recorrido en vehículo hacia los campos Limas, donde le esperaba una multitud de más de un millón de personas reunidas en un vasto terreno abierto. Los fieles, cubiertos con sombreros, y sombrillas, bajo el soleado ambiente matutino, entonaban alegres: “¡Amén! ¡Amén!”, al avistar el papamóvil, llegando a las 10:50 de la mañana, llevándose a cabo la “Celebración de la Palabra”, una liturgia dirigida a las familias de Chihuahua. Durante su homilía, el Papa enfocó su discurso en la temática de la familia, y la educación cristiana de los niños, recordando a los progenitores, su responsabilidad de “educar libre y cristianamente a sus hijos conforme al evangelio”. Asimismo, instó a los gobiernos, a asegurar el derecho de los menores a acceder a la educación religiosa de acuerdo con la legislación mexicana. Temáticas éticas, como la oposición al aborto, y a los métodos artificiales de control de la natalidad, también fueron abordadas, donde medios internacionales, resaltarían que el Papa Juan Pablo II, emitía un “mensaje contundente contra el control natal” en un contexto donde el país, promovía políticas de planificación familiar.

Durante la predicación papal, que se extendería por casi una hora, la multitud interrumpió frecuentemente con aplausos y vítores, entonando “¡Papá amigo, Chihuahua está contigo! “ y clamando “¡Que vuelva, que vuelva! “, lo que llevó al Pontífice a improvisar la respuesta: “¡Chihuahua, amigo, el Papa está contigo! “, además de saludar “a aquellos que no pudieron asistir en esta ocasión”. Por otro lado, un episodio memorable tuvo lugar durante la ceremonia, cuando una joven peregrina, con un embarazo de nueve meses, inició su trabajo de parto en medio de la multitud. Los socorristas le brindaron atención en el campamento, y a las 12:30 de la tarde, nacería su bebé, a quien decidió nombrar Rosa Elena Hernández. Los medios de comunicación locales, lo relataron como un símbolo de vida que surgía en pleno “Día de la Madres”, bendecido por las palabras del Santo Padre. Al concluir la celebración, el Papa volvió a saludar a todos los asistentes, dirigiéndose de regreso al aeropuerto. Según los informes, la ceremonia religiosa finalizó alrededor de las 12:05, y desde allí el Pontífice continuó su gira hacia Monterrey, en el marco de su apretada agenda de visita nacional.

El 11 de mayo de 1990, el Papa se trasladaría a Tuxtla Gutiérrez y Villahermosa, pero en Chihuahua aún resonaban las palabras de su mensaje. La prensa local y nacional, se apresuró a recoger las ideas centrales de la homilía: el Heraldo de Chihuahua, destacaría su llamado a la “libertad para impartir educación religiosa en un México laico”, su condena del aborto, y su “clamor por la unidad familiar”. También se reportó su firme rechazo al narcotráfico y su apoyo a los niños, asuntos que impactaron la percepción pública en Chihuahua. Rápidamente, surgieron diversas reacciones. Miembros del Partido Acción Nacional local, celebraron la insistencia del Papa en el reconocimiento de derechos eclesiásticos dentro de la sociedad laica, lo que propició, debates sobre la separación entre la Iglesia y el Estado. En contraste, un día antes, el alcalde del Rodolfo Torres Medina, había declarado que no recibió una invitación formal para saludar al Papa, reflejando las tensiones políticas internas.

De manera simultánea, colectivos sociales, tomaron la oportunidad de la visita para expresar sus exigencias; miembros del Frente Democrático Campesino, establecerían un plantón ante el Palacio de Gobierno, demandando créditos agrícolas, mientras que las madres de Plaza de Mayo locales, lideradas por Rosario Ibarra, pidieron una audiencia con el Papa para dar a conocer la situación de los prisioneros políticos. La cobertura mediática internacional, también enfatizó el carácter global del evento, citando agencias extranjeras que pusieron de relieve la gran afluencia (cientos de miles, incluidos peregrinos provenientes de El Paso, Texas y el contraste entre el mensaje moral del Papa, y las políticas seculares del gobierno mexicano. En resumen, el día siguiente sirvió para reflexionar en la sociedad chihuahuense, tanto, sobre la cálida acogida al Papa, como las discusiones sociales que su visita suscitó.

Sin embargo, a largo plazo, la visita de Juan Pablo II, dejaría una huella significativa en Chihuahua. Desde el punto de vista religioso, revitalizó la fe católica en la región; muchos fieles, indicaron que el llamado del Papa fortaleció sus convicciones sobre la familia cristiana, y la educación en valores. En el ámbito social y político, marcó un “parteaguas” en la relación entre la Iglesia y el Estado; tras la visita, se intensificó el impulso hacia reformas constitucionales (ya en curso) que, posteriormente abrirían espacios legales para la Iglesia en México. El evento también quedó grabado en la memoria pública de Chihuahua; en 2007, se erigió un monumento al Papa en los campos Limas, elaborado con llaves donadas por la ciudadanía y develado el 10 de mayo, en conmemoración de aquella celebración histórica. Culturalmente, la visita ayudó a proyectar la imagen de Chihuahua, tanto en el país como en el extranjero; la cobertura internacional, resaltó el entusiasmo y la calidez de los chihuahuenses hacia el “Papa viajero”.

En conclusión, el paso de Juan Pablo II por Chihuahua los días 10 y 11 de mayo de 1990, es recordado como un hito en la vida religiosa local. Su mensaje, enfocado a la familia, la educación cristiana y los valores morales, resonó tanto en el ámbito eclesiástico, como en la sociedad civil. Más allá de las reacciones políticas y sociales inmediatas, la visita estableció un legado de diálogo entre la Iglesia y el gobierno, y fortaleció la identidad cultural de los chihuahuenses como parte de una “gran familia” católica, tal como lo expresó el propio Papa en su homilía.

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